Mervyn LeRoy
(Mervyn LeRoy o Le Roy; San Francisco, 1900 - Beverly Hills, 1987) Director de cine estadounidense de labor especialmente memorable en géneros como el melodrama y las películas de gángsters. Mervyn LeRoy se trasladó a Hollywood con diecinueve años y fue en sus comienzos encargado del vestuario, actor, ayudante de dirección sin acreditar, gagman y guionista de comedias. En 1927 arrancó su prolífica carrera como director, primero en la Warner Bros, donde rodaría sus mejores películas, y luego en la Metro Goldwyn Mayer. Fue considerado un excelente director de actores y uno de los pilares más sólidos de la compañía de los hermanos Warner durante los años treinta.
Mervyn LeRoy
En esos años se reveló como un impecable artesano de dramas realistas que reflejaban perfectamente la miseria creciente en la América de la Depresión. El mejor fue Sed de escándalo (1931), un poderoso drama que denunciaba la corrupción de la prensa, y en particular de algunos subalternos que únicamente pretenden medrar. Edward G. Robinson y Boris Karloff encarnaron a personajes sin escrúpulos, y el filme tuvo tanto éxito que fue objeto de un inferior remake titulado Two against the world (1936), que contó con la presencia de Humphrey Bogart.
Pero donde Mervyn LeRoy evidenció un talento especial fue en el género negro o en sus variantes. Hampa dorada (1931) puede no ser el primer filme de gángsters de la historia del cine, pero sí el que lo impuso como género popular. Parcialmente inspirada en la vida de Al Capone, Hampa dorada narraba la vertiginosa ascensión social de Rico Bandello, quien, trabajando con su amigo Joe Massara (Douglas Fairbanks Jr.) para el gran capo Sam Vettori, tomará el lugar de este último en la banda. La estremecedora composición de Edward G. Robinson (que hasta entonces era conocido por sus personajes dulces y gentiles) y la sobria dirección de LeRoy consiguieron que no sólo fuera un filme de gángsters y de acción, sino también un interesante estudio psicológico de una serie de estereotipos que pueblan una sociedad en clara decadencia.
LeRoy mostró ya algunas pautas que serían una constante en este tipo de cine, su cine; sobre todo, deja crecer la impresión de que el gángster no es tanto un accidente del destino como un producto lógico de la sociedad de la época. Tampoco fue Hampa dorada un accidente del destino. Dos años después, Mervyn LeRoy dirigía Soy un fugitivo (1932), que aunque no logró repetir el tremendo éxito de Hampa dorada, ofrecía una de las mejores producciones de protesta social que se venían haciendo por aquellos años. Duro, sin demasiado cuidado artístico ni adornos, pero honesto, el filme de LeRoy presentaba a un hombre inocente (Paul Muni) cruelmente maltratado por la justicia, que lo condena a prisión, firmando con ello lo que inmediatamente será su perdición. Lleno de momentos memorables, uno de ellos es el angustioso final: cuando se le pregunta qué hace en la vida, el protagonista responde: "Yo robo".
Hampa dorada (1931)
Habría que esperar unos años para asistir al estreno de otra espléndida película de cine negro de LeRoy, esta vez en su vertiente de drama social. Sería Ellos no olvidarán (1937), una excelente cinta en que un gran Claude Rains es el poco escrupuloso fiscal de un pequeño pueblo del sur profundo norteamericano que utiliza el asesinato de una adolescente (Lana Turner, en uno de sus primeros papeles importantes) para asaltar el sillón de gobernador. Éste inducirá a la masa hipócrita y fácilmente maleable a linchar al sospechoso, un profesor que se ve en la posición de ser el cabeza de turco de una sociedad sureña amoral y en constante búsqueda de una situación que la saque del aburrimiento. Basado en una magnífica novela de Ward Greene, Death in the Deep South (1936), LeRoy construyó un electrizante drama social, a la altura de los mejores.
Después de este filme, el cineasta inició una serie de producciones para la Metro Goldwyn Mayer, entre ellas la maravillosa El mago de Oz (1939), de Victor Fleming, y dirigió un bombazo en las taquillas, El puente de Waterloo (1940), una bonita historia de amor protagonizada por una atractiva pareja: Robert Taylor y la encantadora Vivien Leigh en el papel de una bailarina que se enamora del primero. Volvió por sus fueros con una excelente narración gangsteril, Senda prohibida (1942), en la que trabajó de nuevo con Robert Taylor y una inquietante Lana Turner. LeRoy y su guionista, John Lee Mahin, tejieron un perfecto relato criminal, con una intriga que se desarrolla con la lógica fatalista del género y que sobresale especialmente en su aspecto dramático (faceta que LeRoy dominó a la perfección) y en sus creíbles personajes.
Pero Mervyn LeRoy fue, también, uno de esos insignes artesanos capaces de manejar con la misma soltura cualquier género, poniéndose siempre al servicio de la película y sin pretender hacer por ello una obra personal, hasta el punto de que se movió como pez en el agua incluso en géneros como la comedia musical. Junto al verdadero mago Busby Berkeley, filmó Vampiresas 1933 (1933), una de las obras capitales del género, con dos o tres secuencias antológicas de pura comedia y otro par de números musicales inimaginables que han pasado a la historia del cine.
Dentro del drama familiar, Mervyn LeRoy rodó la segunda versión de la famosa novela autobiográfica de Louise May Alcott, Mujercitas (1949). Aunque inferior a su predecesora, fue una cinta aceptable y digna, con un reparto de campanillas (Liz Taylor, June Allyson, C. Aubrey Smith, Mary Astor, Janet Leigh, Margaret O'Brien), una brillante producción que reconstruye muy bien la época (la dirección artística ganó un Oscar) y un magnífico trabajo de actrices.
Quo Vadis (1951)
Demostró que también podía responsabilizarse de una superproducción cuando realizó Quo Vadis (1951), un peplum épico-religioso en el que la Metro Goldwyn Mayer echó el resto para ofrecer al público un espectáculo grandioso. Basado en la novela homónima del escritor polaco Henryk Sienkiewicz, LeRoy y sus guionistas supieron desarrollar los personajes y alternar con eficacia los momentos intimistas con los épicos y los tragicómicos que se suceden en las catacumbas y en la corte del emperador Nerón (interpretado por un inmenso Peter Ustinov). Acaso con los años lo que ha quedado en la memoria de muchos cinéfilos no sea tanto el incendio de Roma o los encuentros de amor sublime de Deborah Kerr y Robert Taylor, sino algunas figuras secundarias como Leo Genn y Peter Ustinov, que dan una lección de humor, uno contenido, desaforado el otro. A LeRoy le interesaban más los paganos inteligentes y cínicos que los cristianos piadosos.
En los años cincuenta, su producción entró en un progresivo declive que ni siquiera se vería paliado al suplir a John Ford en Escala en Hawaii (1955). Aunque había regresado a la Warner, sus películas eran perfectamente olvidables, si bien F.B.I. contra el imperio del crimen (1959), aunque un poco larga, es una buena película. A mediados de los sesenta dio por finalizada su carrera y abandonó toda actividad profesional. Desde su retiro escribió sus memorias, tituladas Mervyn LeRoy: Take One (1974); un año después recibió de la Academia de Hollywood el Memorial Irving Thalberg en reconocimiento al conjunto de su trayectoria.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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